“1Q84”, el enigma de Haruki Murakami

1Q84Tras leer 1Q84 de Haruki Murakami, sientes que tu mundo ya no es el de antes. La magia de esta trilogía te impregna de tal manera que te sorprendes pretendiendo ver cualquier noche de plenilunio un cielo con dos lunas. Incluso llegas a cuestionarte si la existencia de dos mundos paralelos te será algún día mostrada, como a Tengo, Fukaeri, Aomame o Ushikawa, algunos de los personajes de la novela.

La trilogía de 1Q84 se publicó en Japón entre 2009 y 2010, y desde su aparición fue un éxito de ventas. Murakami, quien ya entonces era un escritor aclamado internacionalmente, ofrecía a sus lectores un extraño título, en el que letras y números se acoplaban para formar una misma palabra. Este juego deliberado resultaba plenamente identificable en japonés, ya que la “Q” se pronuncia igual que el guarismo “9”, por lo que el lector nipón podía entender que se trataba del año 1984 percibiendo, a la vez, que también podía representar algo diferente. Algo nuevo que Murakami ofrecía en su obra, y que por su extrañeza despertaba aún más nuestra curiosidad. Como al hacer la traducción al español es imposible advertir la homofonía , la editorial Tusquets se apresuró a explicar el doble sentido. Eso fue en el año 2011. Desde entonces la buena fortuna acompaña el 1Q84 en español. Era lo que cabía esperar del japonés, un escritor que desde hace años es candidato al Premio Nobel de Literatura.

Pero no debemos olvidar que la elección del título es también un guiño a la novela 1984 de George Orwell . Los elementos de su distopía han calado hondo en nuestra sociedad, desde que salió a la luz en el año 1949. En la actualidad son continuas las referencias orwellianas y un concepto como el de Gran Hermano se ha popularizado en su dimensión más inquietante. Con esta obra Murakami rinde homenaje al creador británico, aunque la temática y el simbolismo de 1Q84 estén lejos del imaginario descrito por Orwell. Y ahora veremos por qué.

A grandes rasgos, Murakami nos lanza en brazos de una historia de amor fuera de lo común. Sus protagonistas, Aomame y Tengo, sin ser conscientes en un principio, cruzan dos dimensiones, la temporal y la espacial, para reconstruir sus vidas juntos. Pero antes deben perderse en numerosos vericuetos y aparentes callejones sin salida. No obstante, siguen buscándose porque una especie de fatum les impele a ello. Podría decirse que un estímulo inescrutable responde al deseo secreto de los personajes pero carece de suficiente entidad como para convertirse en expectativa, en una verdadera meta por la que luchar. Aun así, este enigma acaba siendo el motor de la trilogía. A lo largo de sus tres libros, con delectación, Murakami nos muestra el camino que siguen sus protagonistas hasta confluir en el mismo eje espacio-temporal. Cosa nada fácil, como demuestran los muchos accidentes y avatares que se van interponiendo a su avance.

Temáticamente, bajo este hilo conductor, hay tramas secundarias que introducen cuestiones de candente actualidad como el maltrato a la mujer, el abuso de menores, las relaciones familiares, el funcionamiento mercantilista de las editoriales, el concepto de éxito, etc. Pero entre los temas que afloran en 1Q84 uno merece especial mención por su omnipresencia: la soledad. De ella trataré con detalle más adelante. Y siempre, por diferentes que sean, un factor común: nada es lo que parece. La paradoja es un arma poderosa en manos de Murakami.

Precisamente el fatum que rige los destinos de todos en 1Q84 es lo que otorga a la historia su grandeza, como si asistiéramos a la representación de una tragedia griega, donde los personajes son meros muñecos del destino. Porque este puede ser muy cruel, como bien sabemos por Sófocles o Eurípides. Pero aquí Murakami marca distancias. Hace un quiebro y esquiva el fatalismo. Lo sustituye por un concepto más amable de la existencia, en el que la magia, lo extraordinario tienen cabida. De ese modo contrarresta el determinismo, que podía suponer una encerrona para sus personajes y para su propio concepto como escritor. En esa ambivalencia se inserta el realismo mágico de Haruki Murakami y con esa amplitud de miras vertebra su narración. Pero el realismo mágico también alcanza otros aspectos fundamentales de la historia. Es ese tratamiento de la realidad lo que hace que el lector sienta mucho tiempo después de haber leído 1Q84 un poso de asombro y lirismo, a pesar de la gravedad de algunos de los hechos que se relatan.

Sin querer desentrañar todos los secretos de la trilogía, tengamos en cuenta que nos hallamos ante un texto realista en cuanto a contexto histórico, descripciones de lugares y ambientes, análisis psicológico de los personajes y por la voluntad expresa de retratar fielmente la realidad japonesa en el año 1984. Pero, pese a todo ello, 1Q84 no es una novela realista.

Para quienes hemos leído obras tales como Pedro páramo o Cien años de soledad, el universo mágico es evidente en la obra de Murakami. Prácticamente en las antípodas geográficas de Juan Rulfo o de Gabriel García Márquez, es como si lazos invisibles los unieran. Cuando Murakami explica a través de uno de sus personajes que “la gente pequeña” sale de la boca de una cabra muerta, la afirmación es tan rotunda y la descripción tan clara y unívoca que no se plantean dudas. Es simplemente así. Esta mezcla de realidad “enriquecida” o la inclusión de fenómenos imposibles en la realidad cotidiana es la base del realismo mágico y, para muchos, lo más chocante de 1Q84.

No obstante, ese tipo de constataciones “físicas” ¿no abren la puerta a la magia? La imaginación y el pensamiento mágico para mí se dan la mano. Es como si este último estuviera un peldaño por encima en el pódium de la creatividad. En el lado opuesto nos encontraríamos con el racionalismo del positivismo científico. Pero los extremos se tocan. Todo el mundo lo sabe y el fenómeno se da en 1Q84. Murakami simultanea la realidad –de la que es testigo− con un mundo mágico inventado por él. Y en la fluidez con que el autor deambula por ambos no apreciamos contradicción. Por eso sus personajes transitan de uno a otro a lo largo de las tres novelas sin que se rompa la coherencia textual ni la verosimilitud de la historia. Pero al final, Tengo y Aomame regresan al Japón de 1984. Ese es su marco geográfico, temporal y cultural. En ese pulso que parece tener lugar entre realidad y ficción ¿gana acaso la realidad?

Murakami es preciosista a la hora de consignar datos. Él nos informa, por ejemplo, de que el tráfico en Japón es infernal. También es minucioso a la hora de describir la red ferroviaria que utilizan sus personajes en casi todos sus desplazamientos; así como al detallar la ropa que visten, los alimentos que comen, las bebidas que toman o el tipo de relaciones sexuales que mantienen. En eso es absolutamente realista. Murakami no lo esconde. Por el contario, no para de homenajear a sus maestros: Chéjov, Dostoievsky, Proust. Los grandes del realismo desfilan por las páginas de sus libros, están en boca de sus personajes y llegamos a sentirlos como un elemento más de la historia. Son un recurso constante ante la insensatez . Parece que el realismo literario anclara a los personajes con la existencia más perentoria, al fin y al cabo, con el sentido común.

Pero sucede que este realismo no es suficiente para Murakami ni para los seres que recorren su novela. Necesitan más. Y ahí es donde hay que trascender el mundo material y comprobable a través de los sentidos para alcanzar otra dimensión. La tercera dimensión de su obra, quizás la más importante de todas: la que implica otros mundos posibles, otros modos de vivir, otros finales para una misma historia. ¿Podríamos hablar de libre albedrío?

Y al hilo de este pensamiento, inevitablemente, el tema de la soledad se nos revela como el leitmotiv de 1Q84. Hasta ahora he hablado del estilo literario del autor, inscrito en un realismo mágico muy sui géneris. He intentado dar algunas pinceladas acerca de cómo este condiciona su visión de la realidad, la cosmogonía de la historia y el tratamiento de sus personajes. Sin embargo, si hay algún rasgo que defina a todos ellos es, sin duda, la soledad. Tanto Aomame, Tengo como el resto, están sumidos en una devastadora soledad. Son víctimas de un abandono absoluto. Podría decirse que es el modus vivendi en 1Q84.

Y llegados a este punto, vuelvo a enlazar con el realismo mágico. Solamente saltando de dimensión espacial Aomame y Tengo podrán encontrarse, aunque únicamente regresando al mundo al que pertenecen podrán permanecer juntos. Esta aparente contradicción crea una paradoja entre los personajes y su espacio que, por supuesto, encierra algún significado. Yo veo la voluntad del autor por evidenciar las incongruencias de la era moderna. En un mundo más poblado que nunca –con ciudades tan hacinadas como Tokio-, comunicado por redes sociales hasta límites insospechados y saturado de información, el ser humano se siente terriblemente solo.

Y no lo olvidemos, solo otro ser humano puede aliviar esta sensación asfixiante de soledad. Me aventuro a decir que el mensaje último de 1Q84 es este. Pero estoy segura que la obra encierra muchos más.

Ahora solo un apunte: ¿habrá una cuarta novela bajo el exitoso paraguas de 1Q84? Como lectora –y no soy la única- la historia lo requiere. Quedan demasiados cabos sueltos en la trilogía y los seguidores de Murakami no nos resignamos a no ver el fantástico rompecabezas de 1Q84 al completo.

¿O es que esa indeterminación forma parte del mundo inconcluso e incoherente que Haruki Murakami nos desea mostrar? En la realidad que conocemos no podemos aspirar a saber todo lo que ocurre ni el porqué. Es, ni más ni menos, un enigma más de 1Q84.

Murakami, Haruki: 1Q84, Libros 1 y 2, Tusquets Ediciones. Barcelona, febrero 2011
Murakami, Haruki: 1Q84, Libros 3, Tusquets Ediciones. Barcelona, octubre  2011